miércoles, 5 de junio de 2013

Solo vemos el pasado.

Nuestro Sol es una estrella. ¿Significa esto que cada estrella que vemos en las noches sea un Sol? Por supuesto. Las estrellas son soles lejanos que arbitran la suerte de millones de otras Tierras allá en lo alto.
La distancia a ellas es lo que condiciona su tamaño aparente, causa que las veamos como puntos de luz siendo ellas inmensas. De hecho, al Sol lo vemos como a una moneda en lo largo del brazo y su tamaño real es inconcebible. Estamos a 150 millones de kilómetros de él. De la Próxima -y así llamada- dormimos a 40 billones de kilómetros.
Estos números no dicen nada sin embargo. ¿Qué son 150 millones o 40 billones de kilómetros? ¿Cómo hacernos una idea de tal magnitud?

En astronomía se usan tres unidades para medir distancia según sea el caso. La unidad astronómica (UA), el año luz (AL) y el pársec (pc).
La unidad astronómica es la media Tierra-Sol, se usa en el Sistema solar y equivale a 150 millones de km.
El Año Luz es la distancia que recorre un rayo de luz en el vacío durante todo un año, se usa para medir distancias a las estrellas. Equivale a 300.000 km x 60´´ x 60´ x 24hs x 365ds. Es decir: Nueve y medio billones de kilómetros.
El pársec es la distancia desde la cual la órbita terrestre se ve como un segundo de arco, se usa para distancias mayores y lo veremos más adelante.
Voyage, voyage.
Si por alguna magia pudiéramos viajar en una nave a velocidad luz, demoraríamos lo que sigue para llegar a los centros vacacionales que abajo detallo:
Un finde en Luna: 1,25 ´´ (seg).
Ir a por las Doradas Manzanas del Sol: 8´(minutos).
Conocer los volcanes de Io, quién da vueltas a Júpiter: 45´.
Salir de paseo fuera del Sistema Solar: 1 año.
Ir a por un recuerdo tallado cerca de Próxima kentauro: 4,5 años.




Esto parece incluso razonable. Veamos las propuestas más audaces:
25 mil años, al centro de La Vía Láctea.
150 mil años para bañarse en las playas de otra galaxia, una muy cercana.
12 millones de años para llegar a las hermosas nubes de polvo en los brazos de la galaxia del Sombrero o la Moneda de Plata, galaxias fáciles en nuestros telescopios y binoculares, asequibles a los ojos de cualquiera que sepa buscarlas.
Hay una opción mayor para este tour, lo máximo que alguien pueda  ofrecer: Trece mil millones de años para llegar al momento en que el Big Bang se hizo visible.

Delay y perspectivas.
Habrán notado que en el Universo las cosas no son como en casa. Moni me habla y luego dice que no le presto atención, que no le escucho y la tengo a medio metro de mi oído afortunado. Si se concreta el reality marciano que a poco se anunciara, hablar con los colonos nos llevaría en el mejor de los casos, cuando tierra y Marte coincidan en su órbita, ocho minutos para una frase y su respuesta. Nueve años para hablar con alguien en un planeta de Próxima. Veinte millones de años para dialogar con Seres Luminosos en la galaxia del Sombrero (M104).

En una palabra, los astrónomos miramos el pasado.

Esta perspectiva siempre me sedujo. Mi padre me la hizo ver hace tiempo. Me dijo: Sergio, cuando la luz de esa galaxia salió hacia vos, no había hombres sobre la Tierra.
Así, el día que podamos leer los mensajes de esas gentes escondidos en tanta luz lejana, estaremos oyendo una charla que no fue hecha para nosotros. Faltaban diez millones de años para que naciéramos como especie cuando fueron emitidos.


jueves, 9 de mayo de 2013

Hágalo usted mismo II: Horas de sol.

Hágalo usted mismo II: Horas de sol.


Vamos a construir un reloj de sol.
Necesitamos un papel o cartón. Sirve también un palo clavado en el piso o un alambre. El reloj de sol se puede fabricar con cualquier cosa que proyecte sombras nítidas sobre una superficie marcada de forma conveniente.

Al elemento que proyecte la sombra se le llama estilo o gnomón.
Al elemento que registre la sombra se le llama cuadrante.

El secreto de su funcionamiento depende del ángulo que forma el estilo con el cuadrante y de la ubicación de las marcas horarias sobre este último.

Para comprender su función has de saber que el día está definido por dos pasos consecutivos del astro por el meridiano aunque hoy se use como hora 0 el restarle 12 hs al meridiano. El meridiano es una recta imaginaria que determina el punto en que el sol alcanza la culminación. Como no podemos mirar hacia él, esta recta se determina con la sombra más corta del día proyectada por el estilo. Esta recta tendrá una orientación Norte-Sur geográfica. Nunca N-S magnética. Ambas poco tienen que ver entre sí. Los aviadores y los navegantes saben que pensarlas iguales es un error.

El paso consecutivo del sol por el meridiano, entonces, se logra porque la Tierra gira sobre sí. Hablo de la rotación terrestre, claro. Esto significa que un día es el recorrido en círculo de nuestro estilo, un círculo de 360º sobre el eje terrestre.
Aquí tenemos cómo marcar nuestro cuadrante. Si un día equivale a 360º, y como hemos dividido al día en 24 horas, cada hora valdrá: 360º / 24 = 15º/h.

Para marcar correcto el cuadrante, se hará una marca cada 15º recorridos por la sombra, siempre a partir de la línea del medio día. Las marcas al oeste de la meridiana indican las horas de la mañana: 11, 10, 9, 8, 7, pues el sol se alza más o menos por el este. Las marcas al este de la meridiana indican las horas de la tarde: 13, 14, 15, etc. etc.

El cuadrante puede dibujarse sobre papel, madera, tierra, hierro. Cualquier cosa sirve como estilo que proyecte sombra: un papel doblado, un palo, un clavo, un mástil, un niño parado, etc. etc. Puedes hacer un reloj de sol con un jabón y un alfiler, por ejemplo: clavas el alfiler vertical, hacés las marcas cada 15 º, ya está.

El secreto que resta es ¿cómo orientar el reloj? Si el estilo va inclinado u horizontal, su eje longitudinal debe situarse de norte a sur; si el estilo va erguido, entonces hay que determinar primero el medio día, y a partir de allí hacer las marcas. Esta marca estará situada al sur de la base del estilo, como dije, pues nuestro sol se alza hacia el norte.

Si fabricás este reloj ya tienes cómo medir el tiempo tal y como lo hicimos en la antigüedad.


Las horas tradicionales no coinciden con las horas solares, hay entre ellas una diferencia que varía durante el año y durante el día, pues ni la órbita de la tierra es regular, ni el meridiano es único para cada observador: cada persona ve un mediodía distinto. Las horas de un reloj tradicional indican una medida promedio llamada hora civil, la cual define la puntualidad de las personas. El reloj de sol es exacto para cada observador en lo que llamamos hora solar. Existen correcciones para que la hora solar coincida con la hora reloj. Las veremos más adelante.

Agrego que dividir el día en 24 horas es solo una norma. Hace unos pocos cientos de años estas eran 6 y todo funcionaba tal y como ahora. 

domingo, 7 de abril de 2013

Hágalo usted mismo: Reloj de sol.


Hágalo usted mismo: Reloj de sol.

Los hombres antiguos comprendían el cielo de un modo que a la mayoría de nosotros sorprende. En la actualidad, con el recurso internet, los libros y la sabiduría de nuestros maestros y abuelos, no imaginamos cuánto conocimiento tuvo que ser desarrollado o, más bien, inventado.
Piensen en esto: con el dominio de la agricultura y el sedentarismo, se hizo imperativo calcular con anticipación la llegada de las estaciones. Fue razón de vida o muerte para las antiguas sociedades saber cuando llegaría el invierno, cuándo el verano. Es decir, fue necesario desarrollar un calendario, un sistema que midiera el tiempo o lo que ello fuera, lo que hacía variar las temperaturas ambientes en forma repetida o cíclica.
Medir el año (el año es la palabra con la que nombramos un ciclo de la repetición de las estaciones), saber en forma precoz la llegada del verano, el otoño, el frío y el nuevo abrir (abril) de las flores, puede calcularse tan solo con una sombra.
El sol es una lámpara que nos alumbra desde una posición estable (para el hombre). Es decir, los rayos salen de él y llegan a la Tierra sobre un mismo plano o dirección. Más, como nuestro planeta gira sobre sí mismo y también alrededor del astro, y como gira sobre un eje que está inclinado con respecto a ese movimiento*, los rayos de luz nos golpean cada día desde una dirección o ángulo distinto.
La inclinación del eje no es mucha, la luz incide perpendicular a la superficie o piso en una franja cuyos bordes llamamos trópicos. Nunca más allá. Es falso decir que durante el mediodía los objetos no dan sombra. Ni siquiera esto sucede sobre el ecuador siempre.



Sigamos: en cierta época, el sol se ve alto y sus rayos de luz inciden directo sobre el hemisferio sur: luego, calientan mucho y a esto le llamamos verano. Seis meses después, cuando la Tierra ha recorrido la mitad de la órbita y está inclinada para el otro lado -con respecto al sol- los rayos pegan sobre el hemisferio sur en un ángulo pronunciado. Luego, calientan muy poco y le llamamos invierno.

A trabajar:
Clava un palo en el patio, que quede derecho, perpendicular al piso. 
Lo único que debes hacer ahora es… ¡observar las sombras que proyecta tu reloj de sol. 
Cada día, estas se irán acortando por las mañanas hasta dar el mediodía, momento en que ellas comenzarán a crecer hacia el lado opuesto del palo, en lo que llamamos tarde.
Esto lo sabemos, lo que debes observar y registrar con una marca o piedra es el largo de esas sombras del mediodía (la sombra más corta de cada día indica el mediodía, el momento en que las horas de sol se dividen en dos).
Verás con asombro que en cada jornada la sombra del mediodía ha cambiado su largo (nunca -casi- dos sombras consecutivas del mediodía son iguales). 
Sombras consecutivas se habrán alargado si estamos yendo del verano hacia el invierno (como sucede en abril, en el sur); y se habrán acortado si estamos yendo con nuestro planeta del invierno al verano (sobre el 20/21 de junio).
El día de la sombra del mediodía más larga** será el solsticio de invierno y el día de la sombra más corta será el solsticio de verano.
Ya tienes tu reloj. Aún no marca las horas pero te serviría si el mundo se acabara y quisieras recomenzar la aventura. Sabrías cuando preparar la siembra y cuando cosechar. En la próxima nota te enseñaré a leer las horas del día.

* el camino que la tierra describe en el cielo, que puede percibirse por apariencia como el tránsito del sol sobre el horizonte, es llamado eclíptica (eclíptica: trayectoria aparente del sol, llamada así pues sobre ella es donde vemos los eclipses)
**sombra mas corta del día= línea meridiana o medio día. Indica siempre y en cualquier lugar ambos polos geográficos: el Norte (base del palo) y Sur (extremo de la sombra). Los polos geográficos nada tienen que ver con los polos magnéticos.

jueves, 7 de marzo de 2013


Astronomía

EL COMETA QUE TRAJO MI NIETO 
EL OBSERVADOR DEL CIELO


En diciembre pasado publicamos lo siguiente: “Pronto volverá a pasar un cometa por los cielos de Chabás. Lo hará en marzo de 2013. Esta piedra de hielo y polvo viene en camino pues alumbrará la llegada de mi nieto”.
Ambos están hoy con nosotros, muy saludables y bellos. Mi nieto se llama Leónidas y es un gigante luminoso. El cometa, por su parte, brilla sobre su cielo en camino al hemisferio boreal.
El Panstarrs (tal es su nombre) ha sido visible en estas cálidas tardes sobre el horizonte oeste. Sin dilación se dirige a su perihelio, el punto más cercano de su órbita al foco donde yace el sol. Luego de pasar muy cerquita de su estrella, se alejará impasible hacia su muy lejano afelio para retornar dentro de miles de años, tantos que ya no estaremos para verle, no sólo nosotros sino cualquier ser humano.
A estos abismos del alma nos arroja la astronomía, saber que hay eventos en el sistema solar que sólo veremos una vez, y ya nunca. Por eso esta ciencia se parece tanto a la vida: ¿veremos de nuevo al ser querido que ha quedado atrás? Ya nunca.
Recuerdo que mi hija Sabrina tenía 7 u 8 años cuando preguntó por la vida del sol; dije “el sol morirá dentro de tantos millones de años”. Ella abrió los ojos muy grandes, para decir “Y ustedes, ¿se van a morir?”, aludía a su madre y a mí. “Sí”, afirmé. Ella nubló sus ojitos y se puso a llorar sin consuelo. Por eso, hoy omito decir semejantes verdades si hablo de con los niños.
El hecho es que esta belleza que viaja sin tocar el suelo (hablo del cometa) adorna su cabellera con una doble cola de polvo, gases e iones. Las colas se forman al sublimarse sus hielos por efecto de la temperatura y el viento solar; es decir, lo que forma al cometa pasa del estado sólido al estado gaseoso sin mediar el estado líquido*.
Hay cometas que desarrollan una tercera cola, en contra de su avance, la cual los frena en su carrera. Aunque resulte increíble, el cometa que fue la estrella de Belén tal vez se frenara un poco al ver el nacimiento de Jesús. El cometa de hoy, el Panstarrs, por importante que sea mi nieto, no da la impresión de que fuera a detenerse, no tiene ese tercer chorro de gas. Él se lo pierde.
Mas esto no ha sido todo en nuestro mundo. Hace apenas un mes, los Urales se vieron sorprendidos por la caída de un meteoro que al estallar rompió ventanas y puertas en una ciudad entera. Las imágenes han dado la vuelta al mundo y en mi blog puedes leer una nota sobre el tema (http://sagitarioblues.blogspot.com.ar).
El meteoro cayó sobre esa región rusa el día previo a que un asteroide pasara rozando la Tierra, aunque entre ellos no hubo relación física alguna. Sucede que miles de rocas caen cada día del cielo; casi siempre se queman en las altas capas de atmósfera, sin más noticias que el consabido “¡Mirá, se cayó una estrella!”, hasta que uno dura lo suficiente para generar el pánico y las heridas que este, el de los Urales, tuvo a mal traer.
Para el equipo de los cometas, mientras tanto, más de una docena llegan cada año a los barrios suburbanos del sol. Si sobreviven a las mareas gravitacionales del astro, pegan la vuelta para retornar al frío y lo oscuro de la región que les vio nacer, junto con todo el sistema solar, conocida como Nube de Oort.

*¿Cómo puedes ver lo que sucede con el núcleo de un cometa en casa? Con dos trozos de hielo, uno común (H2O) y otro de hielo seco (CO2), lo usan los heladeros dentro de sus conservadoras portátiles. El hielo seco es de similar aspecto al hielo de casa, pero mientras este se derrite en un charco de agua, el otro, el CO2, sólo deja escapar su vapor sin derretirse, es decir, sublima.

sábado, 26 de enero de 2013

¡YO NAVEGUÉ EN LA FRAGATA LIBERTAD! EL OBSERVADOR DEL CIELO


Astronomía
¡YO NAVEGUÉ EN LA FRAGATA LIBERTAD!
EL OBSERVADOR DEL CIELO

Por Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com

Cuando miramos el cielo acaso sólo veamos luces y sombras, y no poca belleza, espero. Mas, cuando alguien con un mínimo conocimiento científico lo hace, puede ver algunas cosas extra, si lo desea. Ver, por ejemplo, sobre qué punto de la Tierra está parado, hacia dónde se dirige, qué época del año le acaricia o escuece. El lento dominio del cielo, la familiaridad con sus figuras y lo cíclico de sus cambios, permitió a los antiguos desplazarse por la vastedad de las llanuras, vagar entre las montañas y escindir los mares en pos de las lejanas tierras prometidas. En pleno 2013, en la península arábiga, aún es costumbre y necesidad orientarse en los desiertos mediante las estrellas. Aunque esto parezca arcaico, en esencia lo hace cada uno de los que usan sistemas de GPS, ya que su correcta función depende también de los conocimientos astronómicos de diseñadores y desarrolladores de programas, ya que los satélites que utiliza están ubicados en órbitas terrestres determinadas.
Sin este último chiche, el hombre pobló América una decena de milenios atrás. Lo hizo por dos caminos: el estrecho de Bering, al norte, en épocas en que el hielo lo hacía transitable a pie; y a través del Océano Pacífico, al sur.
De isla en isla, desde Oceanía, hasta dar con las costas de Chile o Perú, vinimos a afincarnos a esta linda tierra.
Semejante trayecto, hecho en naos de junco, fue factible al leer el cielo para mantenerse sobre la latitud correcta, sin desviarse al navegar. Muy pronto inventamos las herramientas idóneas para avanzar de ese modo: remos, velas, timones… y al fin el sextante, por ejemplo.
Un sextante es un palo o hierro con marcas y una plomada, que mide las alturas aparentes de las estrellas con respecto al horizonte. Al ser la Tierra una pelota que gira, parece que rotan las estrellas sobre nosotros, dibujando arcos en las noches. Esos arcos leyeron los ancestros, los hombres y mujeres que llegaron a América por el oeste, hace miles de años.
Piensen que esas mismas estrellas –las estrellas viven millones de años, diez milenios no es tanto para ellas- han debido de medir nuestros oficiales al traer la Fragata Libertad de vuelta a casa, hace poco. Cuando escuché la noticia imaginé a esos jóvenes –también mujeres- izar las velas y escudriñar los cielos, ir viéndolos cambiar sobre ellos a medida que ascendían desde el hemisferio norte hasta casa, en el alto sur.
Pensarlos sobre cubierta, balanceándose sobre el Atlántico, me hizo recordar con cariño a uno de mis mejores profesores, al señor Osvaldo Simonetti, docente del Colegio San José de Chabás, quien diera la vuelta al mundo sobre esa misma Fragata, en ocasión de cumplir con su servicio militar.
Osvaldo fue un profesor de los mejores, que enseñó su mecánica con autoridad, la misma mecánica que hoy repaso para comprender el cielo. Jamás regalaba nota y creo que nunca faltó al colegio. Sólo había un modo de distraerlo, de lograr que no explicara su materia durante la exacta hora que duraba su clase: hablarle de la Fragata Libertad, de su viaje a través de los mares bajo los cielos del mundo. Sólo entonces se permitía un mínimo desliz en su concepto del deber. Sus ojos se encendían y su voz traslucía melancolía y orgullo por lo que le pedíamos recordar. Qué razón tuvo siempre en narrar ufano esa aventura. Había sido elegido entre miles por su conducta y dedicación, pero nosotros no medíamos tales valores; un compañero siempre le preguntaba por las chicas de tantos puertos. Él sonreía con tolerancia, negaba esas disuasiones y cerraba afirmando: ¡Yo navegué en la Fragata Libertad!

domingo, 23 de diciembre de 2012

¿Se puede viajar en el tiempo?


¿Se puede viajar en el tiempo?

Las películas y novelas abusan de este hipotético recurso mediante el cual, el héroe, puede regresar al pasado (ir o avanzar sería el término exacto ya que en su tiempo él sigue envejeciendo) y componer un error o salvar su planeta (como sucede en Viaje a las estrellas). La perspectiva es fabulosa y plantea la paradoja de que una persona pueda encontrarse consigo, más joven (En “Experimento Filadelfia” y “Viaje a las estrellas” esto es lo que sucede; aunque en la primera el guionista disimula el asunto tras un vidrio polarizado).

Los agujeros negros permitirían tal proeza, al menos para la opinión pública, alentada por falsos difusores de la ciencia, tales como Canal Discovery. La existencia de esos singulares objetos está confirmada por la observación telescópica -al medir la acción de la gravedad de objetos invisibles- de lejanos objetos y de emisiones de rayos X, originados a medida que las galaxias o meros soles son devorados por estos monstruos, como ya narramos en nota anterior. Sin embargo, la existencia de los Hoyos de gusano, es decir, la interconexión de aquellos mediante secretas dimensiones, caminos que burlen la geometría del espaciotiempo, atajos que nos dejarían frente a tal o cual galaxia, en el pasado o en el inimaginable futuro, no podrían ser confirmados por nadie, ya que el cronista se encontraría demasiado lejos de nosotros para dar la nota.

En la película Stargate o Puerta de las estrellas, por ejemplo (los videos han de tener estos títulos), el guionista comete un error: los héroes son transportados por una máquina hacia una región extrema del cosmos (como en Deja vú, solo que Denzel va al pasado), y, desde allá -en una galaxia lejana deben enfrentarse a no sé que loco que pretende destruirlo todo- ¡se comunican en vivo con Huston!

¡Dios me ampare! Si los muchachos han sido trasladados a no sé que lugar, a miles de años luz de distancia ¿cómo van a comunicarse en vivo? Nada puede viajar a una velocidad mayor que la de la radio y aún así esta demoraría miles de años en llegar.

Para comprender el absurdo de las pelis de ciencia ficción: hace poco los Estados Unidos enviaron una curiosa lata a Marte, buscando fósiles de vida en el planeta rojo. Había un inconveniente: ¿cómo bajar la nave? ¡Está Marte demasiado lejos para comandar las acciones de descenso desde la Tierra! El querido Ares está tan lejos de nosotros que, aún las órdenes que viajan a la velocidad de la luz, no llegarían lo suficiente rápido como para solucionar el mínimo inconveniente. Tuvieron que contratar a un argentino, al ingeniero San Martín, diseñador de un programa de computadora encargado de medir cada metro, cada velocidad y cada azote del viento durante el descenso de la nave, capaz de corregir al instante, allá, en la rojiza atmósfera, cualquier eventualidad que se manifestase! Y lo logró el muchacho: el héroe de la Nasa, ¡un argentino!

En muchas películas estas desigualdades y locuras norteñas se ponen de manifiesto. Veamos algunos títulos para aprender al tiempo que se  divierte: Moon, excelente peli donde el eje de la trama es la conciencia de identidad, es decir, la memoria que nos ata a los afectos y las costumbres, boicoteada por la avaricia capitalista; Sunshine o Alerta solar, una aventura con todas las letras: los héroes parten hacia el sol, moribundo; su misión: encenderlo; los problemas llegarán de la mano de un extraño personaje: un veterano vengándose de aquellos que le enviaron a la nada. ¿Les suena a historia conocida?

Si el video no es lo suyo e igual quiere distraerse al momento que aprende, dése una vuelta por la biblioteca y pida uno de estos títulos: Crónicas marcianas, deliciosa aventura narrada por uno de los inmortales: Ray Bradbury; Odisea espacial, un clásico que no pierde vigencia, pues se discute allí lo que aún nos preocupa: la inteligencia artificial, el espacio tiempo, la aventura del hombre en el universo; Cosmos, el libro de Carl Sagan, un portento de la astronomía y la narración amena que hoy es emitido en formato televisivo por Canal Encuentro

martes, 20 de noviembre de 2012

La estrella de Belén y los tres reyes magos

 

La estrella de Belén y los Reyes Magos

José vive en Belén y María está encinta. La época es dura, no hay quién los aloje. José refugia a su familia en un establo y sucede el parto. Nace Jesús y se acercan unos vecinos, pobres también. Pronto, todos se sorprenden. Llegan al pesebre tres hombres bien vestidos. Son los Reyes de Oriente, los que hoy llamamos Reyes magos. Llegan con unos pocos regalos que no sirven para nada y exclaman: Encontramos el lugar siguiendo una estrella, una estrella nos trajo hasta acá.

Vaya historia, una estrella guió a los reyes hasta el hijo de Dios. El relato bíblico tiene un contenido astronómico. Los tres Reyes representan a las estrellas llamadas Las Tres Marías o el cinturón de Orión, visible en esta época en lo alto de la noche. Es muy posible que la estrella guía de verdad haya existido. Esa estrella, la estrella de Belén, fue un cometa.

Los cometas son cuerpos que se formaron junto con el sistema solar, hace unos 4.500 millones de años; desde entonces aguardan el anunciamiento de la gravedad para soltarse de su lejana morada y lanzarse a la carrera sobre su madre, el sol. Cometa viene de coma o cabellera. Sucede qué, cuando dicho astro se acerca al sol, la energía de este lo calienta y lo desarma en pequeños fragmentos que, impulsados hacia atrás, forman su cabellera de luz y una o dos colas. Es decir, forman belleza.

Por una característica de nuestro universo, siempre que un cuerpo tira de otro por medio de la gravedad, este cae hacia él siguiendo caminos que llamamos elipses. Las elipses son círculos achatados. Un círculo es el perímetro de una moneda; una elipse es el perímetro de la sombra que esa moneda arroja sobre la mesa si la iluminas de costado.

El avance del pensamiento ha luchado siempre con algo mucho más poderoso que la ignorancia o la incapacidad. El pensamiento lucha contra un gigante llamado paradigma. Los paradigmas son estructuras mentales que nos condicionan al pensar. Muy pocos David hubo en la ciencia que hayan podido derrotar a ese Goliat. En la antigüedad se pensaba que las órbitas planetarias debían ser circulares, y esto demoró mil años la verdad. Al fin llegó Kepler, con su honda de cálculos, y probó que las órbitas no eran circulares: eran elípticas.

Las elipses permiten que, si puedes observar el paso de un cometa por tres puntos del cielo, entonces puedes calcular todos los puntos restantes, todos los sitios donde ese muchacho irá a estar en el futuro -o donde haya estado en el pasado. Es por esto que los astrónomos tienen la certeza de que la estrella de Belén fue un cometa: hay uno bien grande que pasó aproximadamente por nuestro cielo hace más o menos 2012 años.

Pronto volverá a pasar un cometa por los cielos de Chabás. Lo hará en marzo de 2013. Esta piedra de hielo y polvo viene en camino pues alumbrará la llegada de mi nieto. Mi hija mayor está encinta de su amor y su pancita, esa pancita que durante años acariciamos y cuidamos, hoy guarda el milagro de la vida. Es un varón. Un varoncito está en camino y un cometa precioso como pocos que se hayan visto en el pasado viene a su encuentro. Los sabihondos dicen que brillará en la noche con el poder de una Luna. Yo no pido tanto, no es necesario. Ya saben lo que pienso de los avaros que todo lo quieren para sí, y mucho me basta la felicidad de esa madre.



Volviendo a la vana ciencia, los cometas están catalogados como de corto y largo período, es decir, de corta o larga elipse. Los de corto período se repiten cada 50 o 100 años. Son cometas que habitaban una franja de escombros muy cercana a los lindes del sistema solar. Luego están los cometas de larga elipse. Estas cabelleras de luz pasan hoy y, cuando vuelvan… ninguno de nosotros estará aquí para verles. La astronomía, mucho más que las religiones, nos enseña a ser humildes.

Sabemos los astrónomos que solo somos un parpadeo en la nada, un soplo de dolor o alegría en la sinfonía tocada por los astros infinitos. Por eso, en estas fiestas, no se ignoren; busquen al amigo y al ser querido y compartan con él o envíenle un gesto de cariño. El parpadeo de cada estrella nos lo sugiere.