¿Se puede viajar en el tiempo?
Las películas y novelas abusan de este hipotético
recurso mediante el cual, el héroe, puede regresar al pasado (ir o avanzar
sería el término exacto ya que en su
tiempo él sigue envejeciendo) y componer un error o salvar su planeta (como
sucede en Viaje a las estrellas). La perspectiva es fabulosa y plantea la
paradoja de que una persona pueda encontrarse consigo, más joven (En “Experimento
Filadelfia” y “Viaje a las estrellas” esto es lo que sucede; aunque en la
primera el guionista disimula el asunto tras un vidrio polarizado).
Los agujeros negros permitirían tal proeza, al menos
para la opinión pública, alentada por falsos difusores de la ciencia, tales
como Canal Discovery. La existencia de esos singulares objetos está confirmada por
la observación telescópica -al medir la acción de la gravedad de objetos
invisibles- de lejanos objetos y de emisiones de rayos X, originados a medida
que las galaxias o meros soles son devorados por estos monstruos, como ya
narramos en nota anterior. Sin embargo, la existencia de los Hoyos de gusano,
es decir, la interconexión de aquellos mediante secretas dimensiones, caminos
que burlen la geometría del espaciotiempo, atajos que nos dejarían frente a tal
o cual galaxia, en el pasado o en el inimaginable futuro, no podrían ser
confirmados por nadie, ya que el cronista se encontraría demasiado lejos de
nosotros para dar la nota.
En la película Stargate o Puerta de las estrellas, por
ejemplo (los videos han de tener estos títulos), el guionista comete un error:
los héroes son transportados por una máquina hacia una región extrema del
cosmos (como en Deja vú, solo que Denzel va al pasado), y, desde allá -en una
galaxia lejana deben enfrentarse a no sé que loco que pretende destruirlo todo-
¡se comunican en vivo con Huston!
¡Dios me ampare! Si los muchachos han sido trasladados
a no sé que lugar, a miles de años luz de distancia ¿cómo van a comunicarse en
vivo? Nada puede viajar a una velocidad mayor que la de la radio y aún así esta
demoraría miles de años en llegar.
Para comprender el absurdo de las pelis de ciencia
ficción: hace poco los Estados Unidos enviaron una curiosa lata a Marte,
buscando fósiles de vida en el planeta rojo. Había un inconveniente: ¿cómo bajar
la nave? ¡Está Marte demasiado lejos para comandar las acciones de descenso
desde la Tierra !
El querido Ares está tan lejos de nosotros que, aún las órdenes que viajan a la
velocidad de la luz, no llegarían lo suficiente rápido como para solucionar el
mínimo inconveniente. Tuvieron que contratar a un argentino, al ingeniero San
Martín, diseñador de un programa de computadora encargado de medir cada metro,
cada velocidad y cada azote del viento durante el descenso de la nave, capaz de
corregir al instante, allá, en la rojiza atmósfera, cualquier eventualidad que
se manifestase! Y lo logró el muchacho: el héroe de la Nasa , ¡un argentino!
En muchas películas estas desigualdades y locuras norteñas
se ponen de manifiesto. Veamos algunos títulos para aprender al tiempo que se divierte: Moon, excelente peli donde el eje de
la trama es la conciencia de identidad, es decir, la memoria que nos ata a los
afectos y las costumbres, boicoteada por la avaricia capitalista; Sunshine o
Alerta solar, una aventura con todas las letras: los héroes parten hacia el
sol, moribundo; su misión: encenderlo; los problemas llegarán de la mano de un
extraño personaje: un veterano vengándose de aquellos que le enviaron a la nada.
¿Les suena a historia conocida?
Si el video no es lo suyo e igual quiere distraerse al
momento que aprende, dése una vuelta por la biblioteca y pida uno de estos
títulos: Crónicas marcianas, deliciosa aventura narrada por uno de los
inmortales: Ray Bradbury; Odisea espacial, un clásico que no pierde vigencia,
pues se discute allí lo que aún nos preocupa: la inteligencia artificial, el
espacio tiempo, la aventura del hombre en el universo; Cosmos, el libro de Carl
Sagan, un portento de la astronomía y la narración amena que hoy es emitido en
formato televisivo por Canal Encuentro
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