sábado, 30 de noviembre de 2013

Cuidemos el Cielo - Nota Noviembre de 2013- El Observador, Chabás.

Cuidemos el cielo - Noviembre 2º

http://elobservadorprensalibre.blogspot.com.ar/2013/11/cuidemos-el-cielo-noviembre-2.html

Por Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com

“¡Vámonos!”, dijo Yuri, y toneladas de combustible lo llevaron al cielo. ¿Cuántos de nosotros ha visto la Tierra? ¿Cuántos la leve curvatura? ¿Cuántos el nítido azul desdibujarse en el espacio absoluto?
El primer hombre que vio la Tierra desde el cielo fue Gagarin, héroe ruso. Yuri trepó a la estratósfera y desde allá dijo: “¡Es hermosa, cuídenla, no la destruyan!”
Ascendió en un cohete Vostok, orbitó el planeta y cayó en paracaídas a sólo 110 kilómetros de donde debía hacerlo.
Una campesina lo vio caer, se acercó con su nieta, le preguntó:
-       ¿Usted viene del cielo?
-       Ciertamente, sí -dijo Yuri- pero tranquilícese, soy ruso.
Entonces corría el año 1961 y el hecho fue una verdadera proeza. De hecho, la nave estuvo a punto de desintegrarse durante el reingreso a la atmósfera.
Hoy, un par de millonarios ofrece realizar tal ascenso como actividad turística.
Si dispones de 250.000 verdes puedes comprar tu boleto para pasear. Esta rara propuesta se suma al reality que se promocionó acerca de Marte. Tal empresa era falsa y sólo pretendía generar un comercio espurio. Un viaje tripulado al planeta de la Guerra aún es imposible, lo haremos en el porvenir. Pero un ascenso a la estratósfera es posible. De hecho, un millonario ruso pagó unos cuantos millones para que lo varearan un tanto más alto, y -hace poco- permitieron a un deportista saltar a 39.000 km de altitud. Este cayó durante cuatro minutos, rompió la barrera del sonido durante la caída. Me pregunto ¿para qué, para qué hizo eso?
La estratósfera es una región intermedia de la atmósfera de nuestro planeta. Se la sitúa entre los 10 y 50 kilómetros de altitud. A semejante altura de la superficie terrestre, la curvatura del planeta es notoria y el color azul característico de nuestro cielo ha quedado atrás. Los gases existentes no tienen la densidad necesaria como para dispersar luz solar.
¿Por qué los gases atmosféricos merman en tanto ascendemos? La razón es que por cada unidad de distancia que nos alejamos del núcleo planetario, la atracción gravitatoria disminuye en cuatro; luego, a cierta altura, la fuerza de gravedad no es suficiente para retener las moléculas que la forman. Nuestro satélite –por ejemplo- genera atmósfera a cada instante por interacción de sus átomos con las emisiones solares. Sin embargo, así como se crea, se pierde por la gravedad insuficiente.
Yuri Gagarin, el héroe del pueblo, el don Juan, el borracho, el trabajador socialista que murió a los 35 años -¡tan solo eso, él, que tocó el cielo!- realizó su epopeya para estudio de las consecuencias de la ingravidez sobre el cuerpo humano. Ese viaje permitió los que le siguieron.
La empresa turística que promociona el ascenso especula sin embargo con otros valores: desarrollos científicos actuales, el espectáculo prodigioso, la banalidad de ciertas personas.
El ascenso no es juego ni debiera ser tomado como un paseo. De allí surgirán próximos tours a la Luna y pronto algo tan hermoso como el cielo se llenará de burgueses que mirarán lo creado a su alrededor con displicencia, lo harán a través del lente de una cámara. Tal sucede frente a las ballenas, los glaciares y, en cualquier domicilio, donde los padres se concentran más en filmar el cumpleaños de sus hijos que en disfrutar el momento al abrazarlos.
Así, los invito: ¡Vámonos! Observemos el hermoso cielo, disfrutemos de su color y sus contrastes, de los ocasos tornasolados, de las bellas constelaciones y de las estrellas fugaces.
Y quiero también, invirtiendo la frase del héroe ruso, decirles: ¡Qué bello es el cielo! ¡Cuídenlo, no lo destruyan!

jueves, 26 de septiembre de 2013

Voyage, Voyage


Voyage, Voyage
Hace un millón y medio de años los hombres dominamos el fuego y nos apoderamos del mundo; en 1402 una flota China circunnavegó la Tierra, pisó los cinco continentes y trazó los mapas que siguió Colón en 1492; en 1961 Yuri Gagarin ascendió a la estratosfera en un cohete Vostok y demostró que el hombre podía sobrevivir en el espacio; en 1969 pisamos la Luna y en 2013 abrimos la puerta para salir al espacio interestelar por medio de la nave Voyager 1.
La misión Voyager consiste en dos naves gemelas de exploración. Lanzadas en el año 1977, su cometido ha sido modificado cada vez que superaron una etapa. El proyecto preveía cinco años de investigación pero las sondas cuentan treinta y seis en el envío de sus datos.

Las Voyager son prismas decagonales, pesan menos que un auto mediano y caben en una pieza de barrio. Su aspecto es el de un insecto con un ala redonda y dos antenas finas. Están a 19 mil millones de kilómetros de casa. Su débil voz de radio, que viaja a la velocidad de la luz, tarda 17 horas en llegar. En la actualidad son controladas desde la Tierra por solo diez personas.
¿Qué significa 17 horas de viaje a la velocidad de la luz? Nada que podamos comprender, por desgracia, pero es la distancia a la que influye nuestra estrella. El sol sopla partículas de energía; estas forma un escudo o cáscara de huevo que nos protege de la agresión foránea, los Rayos Cósmicos, los más potentes jamás descubiertos.

La Voyager 1 acaba de ingresar a ese medio ajeno. Sabemos dónde está porque sus detectores perciben el cambio de energías a su alrededor. Han dejado de sentir el viento solar y ya tiritan por el frío exterior (es metáfora).
Cada una lleva tres generadores nucleares, les proveen menos vatios que los que consume una computadora personal. Están provistas de una antena parabólica, dos rectas y un número de instrumentos que son nuestros sentidos: cámaras, sensores infrarrojos y ultravioletas, sensores magnéticos, sensores de plasma y rayos cósmicos. Estos equipos, diseñados en los ´70, son la vara de medir de un Dios muy torpe: Nosotros.

Uno de los directores de la misión fue Carl Sagan, persona inigualable, gran astrónomo repudiado en los EEUU por manifestarse en contra de su gobierno. Carl soñaba con hacer contacto con alguna inteligencia y fue parte fundamental de este proyecto asombroso: Salir al espacio, enviar un mensaje a las estrellas.

Portan las Voyager sendos discos de oro con información criptada: Música, voces, saludos y cantos de ballena, átomos y pulsares escritos allí. Son el mensaje esperanzado que una civilización de náufragos arrojó al mar para ser rescatados de su soledad existencial.
Las Voyager dicen: ¡Ey, aquí estamos!

domingo, 25 de agosto de 2013

Alegre y apasionada química

Alegre y apasionada química


Cursé Química en dos secundarias técnicas. La profesora de Alcorta era bellísima y eso es todo lo que recuerdo; en Chabás tuve al profesor Martín, uno de los seres más luminosos que haya conocido. Le faltaba un brazo y era algo amplio pero en el recuerdo se impone su sonrisa y la voz de trueno; ambas barrían con lo que tuvieras en mente, y te reías. Murió muy joven –demasiado- en un choque de autos. Después supe que donaba su sueldo.

Así, en dos años y sendas escuelas, solo aprendí de química sobre el calor que una presencia femenina puede causar en un adolescente y cómo el peso de una personalidad magnífica puede perderse por propia inercia. Tuve que llegar a los cincuenta para descubrir que la química era apasionante. Ignoro si hoy se entusiasman con ella los alumnos. Ojalá, pues a la astronomía le sigue ella en el don de explicarlo todo.


Los hombres, los niños, los perros, las plantas, las rocas, el aire y las estrellas están hechos de una misma cosa. Minúscula, frenética, numerosa: Inventados por Demócrito en el siglo IV AC, los átomos forman todo aquello que puedas sentir y que ocupe un lugar en el espacio, es decir, la materia. De átomos está hecho el mundo, de átomos la persona que amas, la simiente en el viento y el ser que se gesta para continuar con la aventura y la tragedia de la vida. Al combinarse, forman las sustancias pero si se fusionan crean nuevos átomos, nuevos elementos. Si tomas dos átomos de hidrógeno (H) -por ejemplo- y los aprietas lo suficiente, en un instante se habrán fusionado para crear uno nuevo, uno que antes no existía y ahora sí, un átomo de helio (He)*. Como residuo de esta actividad o trabajo realizado se irradia energía en forma de luz y calor.


Lo he dicho todo: el único sitio donde existe la presión suficiente para unir dos átomos y que emite residuos de luz y calor, es el núcleo de toda estrella. Esta transmutación sucede a cada instante dentro de esas fábricas de metales que hay en el cielo. Las estrellas son las encargadas de crear los diversos tipos de materia. Los soles cumplen de esta manera con el sueño de los alquimistas, aquellos hombres que buscaron la piedra filosofal, la sustancia capaz de transformar cualquier cosa en oro. En general, ellos desconocieron o sobrevaluaron la riqueza de su obra pero creo que algunos la intuyeron. A medida que los experimentos y las medidas sustituyeron sus sueños y caprichos la ciencia se abrió paso. Fueron los precursores de la química de hoy.

Hoy, esta disciplina produce vacunas, alimentos y materiales cada vez más útiles. Se encarga de mejorar un sistema, un recurso o un proceso, de modo tal que multiplica las expectativas de vida de nuestra especie. En astronomía el papel de la química es preponderante. Se encarga de explicar los procesos estelares, las atmósferas planetarias, las naturaleza del gas que impregna las nubes interestelares y sugiere los pasos mediante los cuales será posible algún día hallar vida extraterrestre.

Si tuviera la suerte de dictar clases de Química me esforzaría por hacerla atractiva como mi profesora y alegre y apasionada como el gran profe Martín.



*El proceso real no es tal, hacen falta 4 núcleos de hidrógeno para formar uno de helio y entregar energía al medio.

miércoles, 24 de julio de 2013

Planetas más allá del Sol

Planetas más allá del Sol
Durante mucho tiempo el pensamiento de los científicos se aferró a la idea de que nuestro mundo era el centro del Universo. Luego creímos que el Sol lo era. Nos hubiéramos conformado con que nuestra Galaxia fuera la única pero ninguna de estos conceptos se reveló verdadero. Sabemos ahora que podría haber múltiples Universos, incluso, similares o no al que habitamos.
La grandeza de este concepto es difícil de asimilar de modo que voy a escribirlo despacio para que usted lo lea despacio: múltiples Universos, cada uno con miles de millones de galaxias; cada una con miles de millones de soles, cada uno rodeado por ¿ocho planetas?

En el año 1992 se anunció el hallazgo de un Planeta Más Allá del Sol, un exomundo que órbita el púlsar PSR1257 (Púlsar es un grado evolutivo de un tipo de estrella). Tres años después se encontraron exoplanetas alrededor de una estrella en la bella constelación del Caballo alado (G51 Pegasi). A partir de entonces cada mes se anunció el descubrimiento de exoplanetas gira que gira en derredor a algún tipo de estrella: Rojas, Enanas, Púlsares, estrellas similares al Sol. El Universo es un guiso al cual no le faltan ingredientes ¡y cada uno de ellos dice presente a la hora de sumar compañeros!


Que existan planetas más allá del Sol, encontrarlos y estudiarlos desde casa, nos coloca frente a la posibilidad increíble de dar al fin con un tipo de vida distinta de la terrestre, tal vez con tecnología.
Saber que cada estrella posee a su alrededor planetas, grandes y pequeños, de gas y de roca (terrosos) como la misma Tierra que pisamos, pensar o saber que en esos mundos puede haber agua líquida… Mares, lagos, ríos acaso con vida que bulle y salpica, conmueve en lo más hondo a todos aquellos que nos permitimos suspirar con el cielo estrellado, con la Luna perfecta, con un atardecer rosado.


Los astrónomos observan las estrellas, las fotografían, toman de ellas su luz y la analizan con un prisma o malla de CD. Logran su espectro –puedes jugar en casa con un CD, verás el espectro de cualquier lámpara, es muy bello, aparecen y desaparecen los seis colores del arco iris.
Mediante el arco iris de las estrellas se puede buscar y encontrar planetas extrasolares. No solo hallarlos; también, aunque parezca increíble, saber si en ese planeta hay agua líquida o hielo, si hay monóxido o dióxido de carbono; en fin, cada elemento y su estado, es decir, si sólido, líquido, gaseoso -o en forma de plasma cuando es estrella. Es muy fácil aunque lo creas difícil. El pensamiento puede detenerse, como en el caso de la edad media, o avanzar a los saltos como en la época que vivimos.

Cuando empezamos a encontrar estos planetas pensamos que muy pocos de ellos se ubicaban a la distancia necesaria de su sol como para tener H2O líquido. Recuerda que el agua sólo existe entre los 0 y los 100ºC. Temperatura que en nuestro sistema solo se halla en un planeta: el nuestro. Venus está muy caliente y Marte muy frío, hay hielo en Marte. En el resto de los planetas tampoco hemos dado con agua (aunque podría haberla bajo superficie en Europa, luna de Júpiter).
A la región de un sistema planetario donde puede haber agua se le llama zona de habitabilidad. La última y fenomenal noticia es que en torno a una estrella triple de Escorpio -enana roja- se encontró ¡tres exoplanetas en dicha zona! Imaginen: tres mundos con posibilidad cierta de contener agua, con las perspectivas que ello conlleva.


Son mundos terrosos y están próximos a su estrella ¡más cerca que Mercurio de la nuestra! pero una estrella roja es un sol frío, no hace mucho calor allí. Atraídos por la potente gravedad sus años apenas son de días o meses. Parados en ellos, mirando el cielo, veríamos al resto de soles brillar con la fuerza de nuestra Luna llena por las noches. Y en el día… en el día un sol ubicuo pintaría todo de rojo.

jueves, 27 de junio de 2013

La Super Luna

La Super Luna
El pasado 23 de junio, la Luna impactó a los que escucharon noticias astronómicas sobre ella. Estas decían:
Atención, hoy podrá verse la SuperLuna,
¡Gratis!
Gran espectáculo en el cielo
Apto para todo público
En efecto, el domingo pudo verse una Luna imponente en el cielo. Estaba en su fase llena por lo que reflejó luz solar con gran estrépito sobre el horizonte. La miré desde una vereda de Mendoza, con unos sobrinos, sus vecinos y otros paseantes desprevenidos. Todos disfrutamos del fenómeno, exclamamos con alegría y charlamos sobre los accidentes y diversas tonalidades de su cara.
Luna es el astro más amable del cielo después del sol, quien nos da la vida. En próxima nota hablaré del modo en que lo hace, tema apasionante, asimismo. Pero volvamos a la SuperLuna.
Superluna implica que algo especial sucede, no siempre tenemos una. De hecho, este término no existe en astronomía. En ciencia se le dice Luna del perigeo. Perigeo quiere decir cerca de la Tierra, el punto más cercano de la órbita lunar a la Tierra. En contraposición, existe el apogeo, el punto más lejano de la órbita a la Tierra.
Así, la Luna llena puede verse en su punto más cercano a la Tierra, el perigeo, y en otras ocasiones puede verse en el punto más lejano a la Tierra, el apogeo.
         En la figura de abajo puede verse un ejemplo de lo que sucede en el cielo: si la Tierra es el punto interno, Luna puede ocupar, ora el punto más cercano, ora el punto más lejano de su órbita celeste.
         Esto, que la órbita o camino que la Luna recorre en el cielo no sea un círculo sino una elipse es lo que causa que algunas noches pueda verse a la Luna más cerca que otras, en que se halle situada más lejos. Por supuesto, si el astro está más cerca se verá más grande, más luminoso ¡más super!
Por el contrario, cuando la Luna transite el punto lejano de la elipse, el apogeo, habrá una noche en que la Luna se verá más pequeña que nunca.
¿Será entonces una miniLuna, una microLuna, una infraLuna? 

¿Por qué dije al principio que disfrutaron de una superLuna aquellos que escucharon las noticias previas? Pues, porque la diferencia de una mini Luna a una Super Luna no es apreciable a ojo desnudo, a simple vista.
La diferencia se confirma con instrumentos de medida o con cámaras fotográficas. Si tomo una foto de la super Luna y la comparo con una foto de la mini Luna entonces me doy cuenta de la diferencia. Pero a ojo limpio no es apreciable y uno la disfruta tan solo por bella, querida y luminosa. 

Los antiguos pudieron medir el tamaño aparente de las diversas Lunas llenas y supieron hace milenios que ella no se movía sobre una órbita circular, sino elíptica. Es notable lo mucho que supo el hombre con mínimas herramientas.

¿Quieres medir el tamaño de la Luna? Es muy sencillo: toma un clip y átalo con cinta scotch a una varilla o regla; apunta a los bordes de la luna llena, que quede ella dentro del clip. Cuando lo hayas logrado, mide la distancia a que el clip ha quedado de tu ojo. El tamaño de la Luna surge de la siguiente igualdad: Ө/ d = x/ D, es decir, el diámetro de la Luna será igual a el diámetro del clip, multiplicado por la distancia Tierra Luna, dividido por la distancia del clip al ojo*.

*¡Ojo, ojo con las unidades!
En la figura: 1 apogeo, 2 perigeo, 3 foco ocupado por Tierra.

miércoles, 5 de junio de 2013

Solo vemos el pasado.

Nuestro Sol es una estrella. ¿Significa esto que cada estrella que vemos en las noches sea un Sol? Por supuesto. Las estrellas son soles lejanos que arbitran la suerte de millones de otras Tierras allá en lo alto.
La distancia a ellas es lo que condiciona su tamaño aparente, causa que las veamos como puntos de luz siendo ellas inmensas. De hecho, al Sol lo vemos como a una moneda en lo largo del brazo y su tamaño real es inconcebible. Estamos a 150 millones de kilómetros de él. De la Próxima -y así llamada- dormimos a 40 billones de kilómetros.
Estos números no dicen nada sin embargo. ¿Qué son 150 millones o 40 billones de kilómetros? ¿Cómo hacernos una idea de tal magnitud?

En astronomía se usan tres unidades para medir distancia según sea el caso. La unidad astronómica (UA), el año luz (AL) y el pársec (pc).
La unidad astronómica es la media Tierra-Sol, se usa en el Sistema solar y equivale a 150 millones de km.
El Año Luz es la distancia que recorre un rayo de luz en el vacío durante todo un año, se usa para medir distancias a las estrellas. Equivale a 300.000 km x 60´´ x 60´ x 24hs x 365ds. Es decir: Nueve y medio billones de kilómetros.
El pársec es la distancia desde la cual la órbita terrestre se ve como un segundo de arco, se usa para distancias mayores y lo veremos más adelante.
Voyage, voyage.
Si por alguna magia pudiéramos viajar en una nave a velocidad luz, demoraríamos lo que sigue para llegar a los centros vacacionales que abajo detallo:
Un finde en Luna: 1,25 ´´ (seg).
Ir a por las Doradas Manzanas del Sol: 8´(minutos).
Conocer los volcanes de Io, quién da vueltas a Júpiter: 45´.
Salir de paseo fuera del Sistema Solar: 1 año.
Ir a por un recuerdo tallado cerca de Próxima kentauro: 4,5 años.




Esto parece incluso razonable. Veamos las propuestas más audaces:
25 mil años, al centro de La Vía Láctea.
150 mil años para bañarse en las playas de otra galaxia, una muy cercana.
12 millones de años para llegar a las hermosas nubes de polvo en los brazos de la galaxia del Sombrero o la Moneda de Plata, galaxias fáciles en nuestros telescopios y binoculares, asequibles a los ojos de cualquiera que sepa buscarlas.
Hay una opción mayor para este tour, lo máximo que alguien pueda  ofrecer: Trece mil millones de años para llegar al momento en que el Big Bang se hizo visible.

Delay y perspectivas.
Habrán notado que en el Universo las cosas no son como en casa. Moni me habla y luego dice que no le presto atención, que no le escucho y la tengo a medio metro de mi oído afortunado. Si se concreta el reality marciano que a poco se anunciara, hablar con los colonos nos llevaría en el mejor de los casos, cuando tierra y Marte coincidan en su órbita, ocho minutos para una frase y su respuesta. Nueve años para hablar con alguien en un planeta de Próxima. Veinte millones de años para dialogar con Seres Luminosos en la galaxia del Sombrero (M104).

En una palabra, los astrónomos miramos el pasado.

Esta perspectiva siempre me sedujo. Mi padre me la hizo ver hace tiempo. Me dijo: Sergio, cuando la luz de esa galaxia salió hacia vos, no había hombres sobre la Tierra.
Así, el día que podamos leer los mensajes de esas gentes escondidos en tanta luz lejana, estaremos oyendo una charla que no fue hecha para nosotros. Faltaban diez millones de años para que naciéramos como especie cuando fueron emitidos.


jueves, 9 de mayo de 2013

Hágalo usted mismo II: Horas de sol.

Hágalo usted mismo II: Horas de sol.


Vamos a construir un reloj de sol.
Necesitamos un papel o cartón. Sirve también un palo clavado en el piso o un alambre. El reloj de sol se puede fabricar con cualquier cosa que proyecte sombras nítidas sobre una superficie marcada de forma conveniente.

Al elemento que proyecte la sombra se le llama estilo o gnomón.
Al elemento que registre la sombra se le llama cuadrante.

El secreto de su funcionamiento depende del ángulo que forma el estilo con el cuadrante y de la ubicación de las marcas horarias sobre este último.

Para comprender su función has de saber que el día está definido por dos pasos consecutivos del astro por el meridiano aunque hoy se use como hora 0 el restarle 12 hs al meridiano. El meridiano es una recta imaginaria que determina el punto en que el sol alcanza la culminación. Como no podemos mirar hacia él, esta recta se determina con la sombra más corta del día proyectada por el estilo. Esta recta tendrá una orientación Norte-Sur geográfica. Nunca N-S magnética. Ambas poco tienen que ver entre sí. Los aviadores y los navegantes saben que pensarlas iguales es un error.

El paso consecutivo del sol por el meridiano, entonces, se logra porque la Tierra gira sobre sí. Hablo de la rotación terrestre, claro. Esto significa que un día es el recorrido en círculo de nuestro estilo, un círculo de 360º sobre el eje terrestre.
Aquí tenemos cómo marcar nuestro cuadrante. Si un día equivale a 360º, y como hemos dividido al día en 24 horas, cada hora valdrá: 360º / 24 = 15º/h.

Para marcar correcto el cuadrante, se hará una marca cada 15º recorridos por la sombra, siempre a partir de la línea del medio día. Las marcas al oeste de la meridiana indican las horas de la mañana: 11, 10, 9, 8, 7, pues el sol se alza más o menos por el este. Las marcas al este de la meridiana indican las horas de la tarde: 13, 14, 15, etc. etc.

El cuadrante puede dibujarse sobre papel, madera, tierra, hierro. Cualquier cosa sirve como estilo que proyecte sombra: un papel doblado, un palo, un clavo, un mástil, un niño parado, etc. etc. Puedes hacer un reloj de sol con un jabón y un alfiler, por ejemplo: clavas el alfiler vertical, hacés las marcas cada 15 º, ya está.

El secreto que resta es ¿cómo orientar el reloj? Si el estilo va inclinado u horizontal, su eje longitudinal debe situarse de norte a sur; si el estilo va erguido, entonces hay que determinar primero el medio día, y a partir de allí hacer las marcas. Esta marca estará situada al sur de la base del estilo, como dije, pues nuestro sol se alza hacia el norte.

Si fabricás este reloj ya tienes cómo medir el tiempo tal y como lo hicimos en la antigüedad.


Las horas tradicionales no coinciden con las horas solares, hay entre ellas una diferencia que varía durante el año y durante el día, pues ni la órbita de la tierra es regular, ni el meridiano es único para cada observador: cada persona ve un mediodía distinto. Las horas de un reloj tradicional indican una medida promedio llamada hora civil, la cual define la puntualidad de las personas. El reloj de sol es exacto para cada observador en lo que llamamos hora solar. Existen correcciones para que la hora solar coincida con la hora reloj. Las veremos más adelante.

Agrego que dividir el día en 24 horas es solo una norma. Hace unos pocos cientos de años estas eran 6 y todo funcionaba tal y como ahora. 

domingo, 7 de abril de 2013

Hágalo usted mismo: Reloj de sol.


Hágalo usted mismo: Reloj de sol.

Los hombres antiguos comprendían el cielo de un modo que a la mayoría de nosotros sorprende. En la actualidad, con el recurso internet, los libros y la sabiduría de nuestros maestros y abuelos, no imaginamos cuánto conocimiento tuvo que ser desarrollado o, más bien, inventado.
Piensen en esto: con el dominio de la agricultura y el sedentarismo, se hizo imperativo calcular con anticipación la llegada de las estaciones. Fue razón de vida o muerte para las antiguas sociedades saber cuando llegaría el invierno, cuándo el verano. Es decir, fue necesario desarrollar un calendario, un sistema que midiera el tiempo o lo que ello fuera, lo que hacía variar las temperaturas ambientes en forma repetida o cíclica.
Medir el año (el año es la palabra con la que nombramos un ciclo de la repetición de las estaciones), saber en forma precoz la llegada del verano, el otoño, el frío y el nuevo abrir (abril) de las flores, puede calcularse tan solo con una sombra.
El sol es una lámpara que nos alumbra desde una posición estable (para el hombre). Es decir, los rayos salen de él y llegan a la Tierra sobre un mismo plano o dirección. Más, como nuestro planeta gira sobre sí mismo y también alrededor del astro, y como gira sobre un eje que está inclinado con respecto a ese movimiento*, los rayos de luz nos golpean cada día desde una dirección o ángulo distinto.
La inclinación del eje no es mucha, la luz incide perpendicular a la superficie o piso en una franja cuyos bordes llamamos trópicos. Nunca más allá. Es falso decir que durante el mediodía los objetos no dan sombra. Ni siquiera esto sucede sobre el ecuador siempre.



Sigamos: en cierta época, el sol se ve alto y sus rayos de luz inciden directo sobre el hemisferio sur: luego, calientan mucho y a esto le llamamos verano. Seis meses después, cuando la Tierra ha recorrido la mitad de la órbita y está inclinada para el otro lado -con respecto al sol- los rayos pegan sobre el hemisferio sur en un ángulo pronunciado. Luego, calientan muy poco y le llamamos invierno.

A trabajar:
Clava un palo en el patio, que quede derecho, perpendicular al piso. 
Lo único que debes hacer ahora es… ¡observar las sombras que proyecta tu reloj de sol. 
Cada día, estas se irán acortando por las mañanas hasta dar el mediodía, momento en que ellas comenzarán a crecer hacia el lado opuesto del palo, en lo que llamamos tarde.
Esto lo sabemos, lo que debes observar y registrar con una marca o piedra es el largo de esas sombras del mediodía (la sombra más corta de cada día indica el mediodía, el momento en que las horas de sol se dividen en dos).
Verás con asombro que en cada jornada la sombra del mediodía ha cambiado su largo (nunca -casi- dos sombras consecutivas del mediodía son iguales). 
Sombras consecutivas se habrán alargado si estamos yendo del verano hacia el invierno (como sucede en abril, en el sur); y se habrán acortado si estamos yendo con nuestro planeta del invierno al verano (sobre el 20/21 de junio).
El día de la sombra del mediodía más larga** será el solsticio de invierno y el día de la sombra más corta será el solsticio de verano.
Ya tienes tu reloj. Aún no marca las horas pero te serviría si el mundo se acabara y quisieras recomenzar la aventura. Sabrías cuando preparar la siembra y cuando cosechar. En la próxima nota te enseñaré a leer las horas del día.

* el camino que la tierra describe en el cielo, que puede percibirse por apariencia como el tránsito del sol sobre el horizonte, es llamado eclíptica (eclíptica: trayectoria aparente del sol, llamada así pues sobre ella es donde vemos los eclipses)
**sombra mas corta del día= línea meridiana o medio día. Indica siempre y en cualquier lugar ambos polos geográficos: el Norte (base del palo) y Sur (extremo de la sombra). Los polos geográficos nada tienen que ver con los polos magnéticos.

jueves, 7 de marzo de 2013


Astronomía

EL COMETA QUE TRAJO MI NIETO 
EL OBSERVADOR DEL CIELO


En diciembre pasado publicamos lo siguiente: “Pronto volverá a pasar un cometa por los cielos de Chabás. Lo hará en marzo de 2013. Esta piedra de hielo y polvo viene en camino pues alumbrará la llegada de mi nieto”.
Ambos están hoy con nosotros, muy saludables y bellos. Mi nieto se llama Leónidas y es un gigante luminoso. El cometa, por su parte, brilla sobre su cielo en camino al hemisferio boreal.
El Panstarrs (tal es su nombre) ha sido visible en estas cálidas tardes sobre el horizonte oeste. Sin dilación se dirige a su perihelio, el punto más cercano de su órbita al foco donde yace el sol. Luego de pasar muy cerquita de su estrella, se alejará impasible hacia su muy lejano afelio para retornar dentro de miles de años, tantos que ya no estaremos para verle, no sólo nosotros sino cualquier ser humano.
A estos abismos del alma nos arroja la astronomía, saber que hay eventos en el sistema solar que sólo veremos una vez, y ya nunca. Por eso esta ciencia se parece tanto a la vida: ¿veremos de nuevo al ser querido que ha quedado atrás? Ya nunca.
Recuerdo que mi hija Sabrina tenía 7 u 8 años cuando preguntó por la vida del sol; dije “el sol morirá dentro de tantos millones de años”. Ella abrió los ojos muy grandes, para decir “Y ustedes, ¿se van a morir?”, aludía a su madre y a mí. “Sí”, afirmé. Ella nubló sus ojitos y se puso a llorar sin consuelo. Por eso, hoy omito decir semejantes verdades si hablo de con los niños.
El hecho es que esta belleza que viaja sin tocar el suelo (hablo del cometa) adorna su cabellera con una doble cola de polvo, gases e iones. Las colas se forman al sublimarse sus hielos por efecto de la temperatura y el viento solar; es decir, lo que forma al cometa pasa del estado sólido al estado gaseoso sin mediar el estado líquido*.
Hay cometas que desarrollan una tercera cola, en contra de su avance, la cual los frena en su carrera. Aunque resulte increíble, el cometa que fue la estrella de Belén tal vez se frenara un poco al ver el nacimiento de Jesús. El cometa de hoy, el Panstarrs, por importante que sea mi nieto, no da la impresión de que fuera a detenerse, no tiene ese tercer chorro de gas. Él se lo pierde.
Mas esto no ha sido todo en nuestro mundo. Hace apenas un mes, los Urales se vieron sorprendidos por la caída de un meteoro que al estallar rompió ventanas y puertas en una ciudad entera. Las imágenes han dado la vuelta al mundo y en mi blog puedes leer una nota sobre el tema (http://sagitarioblues.blogspot.com.ar).
El meteoro cayó sobre esa región rusa el día previo a que un asteroide pasara rozando la Tierra, aunque entre ellos no hubo relación física alguna. Sucede que miles de rocas caen cada día del cielo; casi siempre se queman en las altas capas de atmósfera, sin más noticias que el consabido “¡Mirá, se cayó una estrella!”, hasta que uno dura lo suficiente para generar el pánico y las heridas que este, el de los Urales, tuvo a mal traer.
Para el equipo de los cometas, mientras tanto, más de una docena llegan cada año a los barrios suburbanos del sol. Si sobreviven a las mareas gravitacionales del astro, pegan la vuelta para retornar al frío y lo oscuro de la región que les vio nacer, junto con todo el sistema solar, conocida como Nube de Oort.

*¿Cómo puedes ver lo que sucede con el núcleo de un cometa en casa? Con dos trozos de hielo, uno común (H2O) y otro de hielo seco (CO2), lo usan los heladeros dentro de sus conservadoras portátiles. El hielo seco es de similar aspecto al hielo de casa, pero mientras este se derrite en un charco de agua, el otro, el CO2, sólo deja escapar su vapor sin derretirse, es decir, sublima.

sábado, 26 de enero de 2013

¡YO NAVEGUÉ EN LA FRAGATA LIBERTAD! EL OBSERVADOR DEL CIELO


Astronomía
¡YO NAVEGUÉ EN LA FRAGATA LIBERTAD!
EL OBSERVADOR DEL CIELO

Por Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com

Cuando miramos el cielo acaso sólo veamos luces y sombras, y no poca belleza, espero. Mas, cuando alguien con un mínimo conocimiento científico lo hace, puede ver algunas cosas extra, si lo desea. Ver, por ejemplo, sobre qué punto de la Tierra está parado, hacia dónde se dirige, qué época del año le acaricia o escuece. El lento dominio del cielo, la familiaridad con sus figuras y lo cíclico de sus cambios, permitió a los antiguos desplazarse por la vastedad de las llanuras, vagar entre las montañas y escindir los mares en pos de las lejanas tierras prometidas. En pleno 2013, en la península arábiga, aún es costumbre y necesidad orientarse en los desiertos mediante las estrellas. Aunque esto parezca arcaico, en esencia lo hace cada uno de los que usan sistemas de GPS, ya que su correcta función depende también de los conocimientos astronómicos de diseñadores y desarrolladores de programas, ya que los satélites que utiliza están ubicados en órbitas terrestres determinadas.
Sin este último chiche, el hombre pobló América una decena de milenios atrás. Lo hizo por dos caminos: el estrecho de Bering, al norte, en épocas en que el hielo lo hacía transitable a pie; y a través del Océano Pacífico, al sur.
De isla en isla, desde Oceanía, hasta dar con las costas de Chile o Perú, vinimos a afincarnos a esta linda tierra.
Semejante trayecto, hecho en naos de junco, fue factible al leer el cielo para mantenerse sobre la latitud correcta, sin desviarse al navegar. Muy pronto inventamos las herramientas idóneas para avanzar de ese modo: remos, velas, timones… y al fin el sextante, por ejemplo.
Un sextante es un palo o hierro con marcas y una plomada, que mide las alturas aparentes de las estrellas con respecto al horizonte. Al ser la Tierra una pelota que gira, parece que rotan las estrellas sobre nosotros, dibujando arcos en las noches. Esos arcos leyeron los ancestros, los hombres y mujeres que llegaron a América por el oeste, hace miles de años.
Piensen que esas mismas estrellas –las estrellas viven millones de años, diez milenios no es tanto para ellas- han debido de medir nuestros oficiales al traer la Fragata Libertad de vuelta a casa, hace poco. Cuando escuché la noticia imaginé a esos jóvenes –también mujeres- izar las velas y escudriñar los cielos, ir viéndolos cambiar sobre ellos a medida que ascendían desde el hemisferio norte hasta casa, en el alto sur.
Pensarlos sobre cubierta, balanceándose sobre el Atlántico, me hizo recordar con cariño a uno de mis mejores profesores, al señor Osvaldo Simonetti, docente del Colegio San José de Chabás, quien diera la vuelta al mundo sobre esa misma Fragata, en ocasión de cumplir con su servicio militar.
Osvaldo fue un profesor de los mejores, que enseñó su mecánica con autoridad, la misma mecánica que hoy repaso para comprender el cielo. Jamás regalaba nota y creo que nunca faltó al colegio. Sólo había un modo de distraerlo, de lograr que no explicara su materia durante la exacta hora que duraba su clase: hablarle de la Fragata Libertad, de su viaje a través de los mares bajo los cielos del mundo. Sólo entonces se permitía un mínimo desliz en su concepto del deber. Sus ojos se encendían y su voz traslucía melancolía y orgullo por lo que le pedíamos recordar. Qué razón tuvo siempre en narrar ufano esa aventura. Había sido elegido entre miles por su conducta y dedicación, pero nosotros no medíamos tales valores; un compañero siempre le preguntaba por las chicas de tantos puertos. Él sonreía con tolerancia, negaba esas disuasiones y cerraba afirmando: ¡Yo navegué en la Fragata Libertad!