Astronomía
EL COMETA QUE TRAJO MI NIETO
EL
OBSERVADOR DEL CIELO
En diciembre
pasado publicamos lo siguiente: “Pronto
volverá a pasar un cometa por los cielos de Chabás. Lo hará en marzo de 2013.
Esta piedra de hielo y polvo viene en camino pues alumbrará la llegada de mi
nieto”.
Ambos
están hoy con nosotros, muy saludables y bellos. Mi nieto se llama Leónidas y es
un gigante luminoso. El cometa, por su parte, brilla sobre su cielo en camino
al hemisferio boreal.
El
Panstarrs (tal es su nombre) ha sido visible en estas cálidas tardes sobre el
horizonte oeste. Sin dilación se dirige a su perihelio, el punto más cercano de
su órbita al foco donde yace el sol. Luego de pasar muy cerquita de su
estrella, se alejará impasible hacia su muy lejano afelio para retornar dentro
de miles de años, tantos que ya no estaremos para verle, no sólo nosotros sino
cualquier ser humano.
A estos
abismos del alma nos arroja la astronomía, saber que hay eventos en el sistema
solar que sólo veremos una vez, y ya nunca. Por eso esta ciencia se parece
tanto a la vida: ¿veremos de nuevo al ser querido que ha quedado atrás? Ya nunca.
Recuerdo
que mi hija Sabrina tenía 7 u 8 años cuando preguntó por la vida del sol; dije “el
sol morirá dentro de tantos millones de años”. Ella abrió los ojos muy grandes,
para decir “Y ustedes, ¿se van a morir?”, aludía a su madre y a mí. “Sí”,
afirmé. Ella nubló sus ojitos y se puso a llorar sin consuelo. Por eso, hoy
omito decir semejantes verdades si hablo de con los niños.
El hecho
es que esta belleza que viaja sin tocar el suelo (hablo del cometa) adorna su
cabellera con una doble cola de polvo, gases e iones. Las colas se forman al
sublimarse sus hielos por efecto de la temperatura y el viento solar; es decir,
lo que forma al cometa pasa del estado sólido al estado gaseoso sin mediar el
estado líquido*.
Hay
cometas que desarrollan una tercera cola, en contra de su avance, la cual los
frena en su carrera. Aunque resulte increíble, el cometa que fue la estrella de
Belén tal vez se frenara un poco al ver el nacimiento de Jesús. El cometa de
hoy, el Panstarrs, por importante que sea mi nieto, no da la impresión de que
fuera a detenerse, no tiene ese tercer chorro de gas. Él se lo pierde.
Mas esto
no ha sido todo en nuestro mundo. Hace apenas un mes, los Urales se vieron
sorprendidos por la caída de un meteoro que al estallar rompió ventanas y
puertas en una ciudad entera. Las imágenes han dado la vuelta al mundo y en mi
blog puedes leer una nota sobre el tema (http://sagitarioblues.blogspot.com.ar).
El
meteoro cayó sobre esa región rusa el día previo a que un asteroide pasara
rozando la Tierra, aunque entre ellos no hubo relación física alguna. Sucede
que miles de rocas caen cada día del cielo; casi siempre se queman en las altas
capas de atmósfera, sin más noticias que el consabido “¡Mirá, se cayó una
estrella!”, hasta que uno dura lo suficiente para generar el pánico y las
heridas que este, el de los Urales, tuvo a mal traer.
Para el
equipo de los cometas, mientras tanto, más de una docena llegan cada año a los
barrios suburbanos del sol. Si sobreviven a las mareas gravitacionales del
astro, pegan la vuelta para retornar al frío y lo oscuro de la región que les
vio nacer, junto con todo el sistema solar, conocida como Nube de Oort.
*¿Cómo puedes ver lo que
sucede con el núcleo de un cometa en casa? Con dos trozos de hielo, uno común
(H2O) y otro de hielo seco (CO2), lo usan los heladeros dentro de sus
conservadoras portátiles. El hielo seco es de similar aspecto al hielo de casa,
pero mientras este se derrite en un charco de agua, el otro, el CO2, sólo deja
escapar su vapor sin derretirse, es decir, sublima.
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