Escorpiones,
anzuelos y futuros interrogantes.
http://www.baskies.com.ar/PHOTOS/ANTARES%20REGION%20LRGB.jpg
Región vecina a la estrella Antares, en scorpio. Gentileza de Baskies, de Sergio Eguivars.
Durante el año hemos hablado de diversas estrellas
conforme avanzaba la noche sobre nosotros. Hace poco dije que Escorpio se
alzaba por el este y hoy puedes verlo caer sobre el oeste; es majestuoso el
modo en que sus pinzas -tres estrellas en abanico, debajo de una roja- se
hunden primero; luego baja la cola, con sus brillantes estrellas azules,
llamadas Shaula y Lesath.
La figura del escorpión es inconfundible: la estrella
roja, llamada Antares porque rivaliza con Marte, es su corazón; luego le siguen
tres estrellas que forman el cuerpo, largo, apenas curvado – son estas
estrellas azules, muy jóvenes y llenas de energía- por último, la hoz de la
cola, una curva cerrada con las dos estrellas que dije y que dan una imagen o
idea de púa.
El Escorpión es una constelación nacida en los pueblos
de la media luna fértil, en el Asia menor. Allí proliferan estos bichos y es
natural que los antiguos vieran su figura en el cielo. Lo curioso es que los
niños, en nuestras escuelas, quienes no saben estas historias, solo vean un
signo de interrogación, allá arriba. Tal vez sea lógico que lo hagan pues un
escorpión con su cola erguida se parece a un interrogante. Lo triste es que
mientras aquellos asiáticos y griegos colocaban en el cielo al mundo animal que
los rodeaba, nuestros niños vean símbolos abstractos de la escritura, inventos
alejados de la realidad.
Veamos otro ejemplo:
En Nueva Zelanda, los maoríes, ese bello pueblo que
por ahí es hijo de los mismos viajeros que llegaron a América a través del
océano Pacífico, hace 10.000 años, ven las mismas estrellas que nosotros, pues
son culturas del sur. Esos hombres y mujeres que pintan sus rostros y que en el
Rugby son imbatibles, se dice hijo de un héroe maorí quién, en la antigüedad,
pescó a la isla de Nueva Zelanda y la alzó desde el fondo de los mares para que
todos sus hijos tuvieran dónde vivir. El primer maorí, el primer hombre de
aquellas latitudes, pescó para todos a su tierra del mar.
Pero, ¿Con qué lo hizo? ¿Con qué anzuelo logró
semejante hazaña?
Pues claro, con un anzuelo gigante que hasta el día de
hoy ellos ven en el cielo, el anzuelo magnífico que los griegos creyeron
Escorpio y que mis chicos ven como interrogante.
Hermosa, muy bella historia que los une a su medio
ambiente, que los hace uno con la tierra y el mar que los rodea.
A un conocedor del cielo, sin embargo, esa leyenda le dice algo más, algo concreto: le dice la época del año en que aquellos antepasados maoríes, navegando su proceloso espacio, dieron con Nueva Zelanda. Ellos, los primeros, sin duda llegaron a esas islas cuando el escorpión ascendía del este. En la foto superior puede verse que tal constelación simula un anzuelo, el cual iza del mar su presa o su regalo: la tierra prometida.
Estas historias escondidas en los astros, escondidas
en las luces del cielo, lejos de hablarnos del infinito, nos hablan de nosotros
mismos, de nuestros antepasados, de nuestras vidas anteriores, es decir, las de
nuestros antepasados.
Las historias, los cuentos, las leyendas, son lo único
verdadero, lo que nos une a nuestras raíces.
Hay una frase conocida: “quién ignora su pasado está
condenado a repetirlo”.
La astronomía, al narrar las historias del ayer, le da
a cada pueblo un futuro nuevo para construir.
Sergio Galarza
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